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52 ¡Despierta, despierta, Jerusalén, y vístete de la fortaleza de Dios! Ponte tus hermosas vestiduras, Sion, ciudad Santa, porque nunca más entrarán por tus puertas los ejércitos extranjeros, esos que detestan a Dios. Levántate del polvo, Jerusalén, arroja de tu cuello las cadenas de esclavitud, y siéntate en tu trono. Porque el Señor dice: Cuando te entregué al destierro, no pedí precio a tus opresores; ahora puedo volver a tomarte sin deberles ni un céntimo.

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